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El próximo domingo se llevará a cabo el qué es para muchos el evento más importante de nuestra democracia: el sufragio de los representantes al Congreso de la República. Sin embargo, es común escuchar entre los electores (y entre los promotores de la corrupción) que “el voto que hay que vender es el del senado y la cámara, porque ahí uno no conoce a nadie”, y que el voto a la Presidencia “ese sí debe ser bien consciente” y no hay tamal ni billetes morados que valgan. Pero la realidad es, que la conformación del Congreso de la República es el cimiento de una democracia participativa como la que existe en Colombia, ya que son esos hombres y mujeres los que hacen las leyes (que en palabras de Santander serán las que “os darán la libertad”) y los que aprueban o no las “locuras” del presidente electo (a menos que este se transforme en dictador y desconozca el poder del Congreso, evento desafortunado que no sucede desde 1958, tras la caída de Rojas Pinilla).
Así que solo de los ciudadanos colombianos dependerá la elección sensata y coherente de los 108 senadores y 188 representantes a la Cámara (excepto las curules vigentes por los Acuerdos de Paz y el Estatuto de la Oposición que ya están asignadas). En estos representantes recae la responsabilidad nacional de hacer leyes que garanticen –entre otras– el Estado Social de Derecho, la defensa de las instituciones, la separación de poderes, y en fin el cumplimiento de los principios de la Constitución Política por parte del próximo presidente que también será elegido este año.
La democracia es imperfecta y ya Platón y Aristóteles lo había diagnosticado en tiempos antes de Cristo. La democracia es ejercida por humanos y por tanto es frágil y susceptible a errores. Pero lo que es inaceptable es errar siempre (y hasta con alevosía) como sucede en Colombia desde hace tantos años, pese a que muchos se ufanen por ser la “democracia más antigua de Latinoamérica”.
“Es común escuchar entre los electores (y entre los promotores de la corrupción) que “el voto que hay que vender es el del senado y la cámara, porque ahí uno no conoce a nadie”, y que el voto a la Presidencia “ese sí debe ser bien consciente” y no hay tamal ni billetes morados que valgan. Pero la realidad es, que la conformación del Congreso de la República es el cimiento de una democracia participativa como la que existe en Colombia, ya que son esos hombres y mujeres los que hacen las leyes.»
Por eso es que Colombia debe votar con criterio, sin dogmatismos, sin polarización. Los organismos de control y las autoridades del Estado también deberán cumplir su tarea de garantizar que el ejercicio democrático sea pleno y transparente. Hoy, a parte de la amenaza e intimidación que los grupos armados puedan ejercer sobre los electores (sobre todo en las zonas rurales), se ha generalizado una práctica ruin en la que la estabilidad laboral depende de cuantos votos se aporten y de cuál político gane (o repita) la curul. No se puede hablar de democracia plena cuando los electores van a votar a las urnas con miedo o con rabia.
Aunque se repita en vano cada cuatro años, es el momento de una renovación real, de dar la oportunidad a representantes jóvenes, preparados, conocedores de las necesidades de las regiones, honestos, sin ataduras políticas, sin máscaras ni paracaídas. La renovación no puede seguir siendo una sucesión familiar. El Congreso de la República cada vez se integra más de políticos poco comprometidos con el desarrollo integral de sus regiones, y de líderes que desperdician la oportunidad privilegiada que les otorga la democracia participativa, para ser la voz que se transforma en acciones en pro de un país donde todavía no se tiene cobertura completa de sistemas de saneamiento básico, infraestructura de transporte, educación o salud, por ejemplo. ¿Cuántos años más deben estar sentados los mismos en las sillas del poder para que el desarrollo sea tangible, integral para todos? El desarrollo del país comienza desde las regiones y requiere de un compromiso político sincero, que muchas veces no se puede inaugurar o plasmar en placas conmemorativas. El desarrollo se construye con la gente y con la gestión política; porque la política es importante ya que es “el arte de gobernar”, nada más y nada menos. Lo despreciable es y será la politiquería, el clientelismo y todas esas formas nefastas que desmiembran la democracia.
Colombia sigue siendo un país dormido en el pasado, con muchas regiones dispersas y lejos de los poderes centrales, lo que acentúa el estancamiento social y económico de muchos espacios geográficos que a nivel nacional solo son visibles por el conflicto armado. Es desde el Congreso que es posible gestionar los recursos, para así materializar proyectos que puedan suplir las grandes necesidades básicas y urgentes de cada ciudadano colombiano, sin importar en que parte del territorio nacional se encuentre. Ya muchos tuvieron la oportunidad y no es posible que sea vuelvan cada cuatro años para que volvamos a creerles. Más allá de los partidos políticos y sus ideologías, lo importante y esencial son las propuestas, la preparación y la integridad de esos a los que vamos a depositar el voto, para que nos representen. Es la única manera; la queja luego no nos exime de responsabilidades [o remordimientos].
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