La vida de este jugador ocañero ha estado marcada por el sacrificio y las ganas incansables para cumplir el sueño de ser futbolista. Esta es la historia de Cristián ‘Pichi’ Molina, un joven ‘wicho’ que nos representa en la segunda división del fútbol de nuestro país.
Volante de marca y un guerrero dentro del campo, ‘Pichi’, como le dicen sus allegados, tiene entre sus sueños comprarle una casa a sus padres y jugar en el equipo de sus amores, Atlético Nacional.
Pero ser futbolista no es nada fácil y mucho menos en Ocaña, donde las entidades gubernamentales apoyan poco o nada a los deportistas, no reciben la atención que se merecen.
Cristian actualmente es jugador de Real San Andrés, club que anteriormente era conocido como Real Santander, pero que por problemas económicos se trasladó al archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Este ocañero de 22 años, criado en el barrio El Carmen, es de esos futbolistas que no solo ha tenido que luchar dentro de una cancha, sino que también por fuera de ellas, para hacer sus sueños realidad.
Su historia
Molina comenzó a interesarse por este deporte desde muy niño, como todo ‘pegote’ que le atrae “la caprichosa”, jugando en el patio de su casa.
En la vereda Bujuriama de Gonzáles, Cesar, a media hora de Ocaña, comenzaba a dar sus primeros pasos en un campo, que no era de futbol, sino de agricultura, donde ayudaba a su padre en la siembra de cilantro.
Fue allí donde comenzó a experimentar lo fuerte que iba a ser la vida, cultivando con su progenitor aquellos productos que traerían el pan a su casa, pero contento por corretear esa bola que forjaría su futuro.
A la edad de ocho años se trasladó con sus padres a la ciudad de Cartagena, donde hizo parte de una escuela de futbol llamada “Atlético Triunfante”, allí jugó casi cuatro años.
Ideando un sueño, desde Ocaña
Con 12 años encima, Cristian Molina Pacheco comenzaría a materializar lo que veía solo como un juego, desde el club Ocaña 2000 donde empezó a mostrar sus cualidades futbolísticas y a corregir sus debilidades.
Luego pasaría a la Corporación Nueva ‘Corpocaña’, donde jugaría sub-19, con una edad menor a los integrantes de esa categoría. Con estas experiencias, Cristian iba adquiriendo terreno.
Su último equipo en la ciudad fue Cambridge F.C, donde con el apoyo de sus entrenadores dio el salto a Bucaramanga a la edad de 16 años, para jugar en las categorías menores de Real Santander.
En Ocaña también se dedicó al campo, como le enseñó su padre, con esto se proveía de útiles escolares y deportivos. Fue asi como desarrolló un carácter fuerte para enfrentar lo que vendría.
Experiencias que marcan
Llegar a la ‘Ciudad de los Parques’ no fue nada fácil para el ‘Pichi’, tuvo que dormir por tres años en la sala de la casa de una tía, ya que la situación económica no le daba para buscar un lugar donde vivir.
Con ayuda de unos primos, Cristian pudo conseguir una bicicleta, con ella se transportaba a los entrenamientos en las horas de la mañana y en las tardes hacía domicilios para suplir sus necesidades.
Estas experiencias le sirvieron para adquirir un físico del cual ahora es de resaltar, pues dando pedal todo un día produjo también beneficios.
En una ocasión, entre lágrimas tuvo el impulso de venirse para la tierra que lo vio nacer, ya que en Bucaramanga lo robaron dos veces en una semana, lo dejaron sin los guayos de entrenamiento.
Pero un ‘ángel del cielo’ le regaló unos nuevos y le brindó unas palabras de aliento para que Cristian siguiera luchando por su sueño.
Huellas imborrables
Unas de las anécdotas más interesantes que tiene Cristian, fue el cruce que tuvo con Nolberto José Peluffo, aquel directivo y técnico reconocido en el futbol colombiano, del cual nunca se olvidará.
Cuenta el ocañero que una vez Peluffo, cuando era director deportivo de Real Santander, lo llamó en un entrenamiento para decirle que se fuera para su ciudad.
Este comentario, justificado en que Cristian Molina no tenía las condiciones para seguir en el club y que la mejor opción era ‘colgar los guayos’. Esas palabras marcaron al jugador.
Pero el ‘Pichi’ no bajó la cabeza, sino que se dedicó en mejorar, de tal manera, que en un partido contra Valledupar F.C, Peluffo se admiró del gran nivel que mostraba el joven ocañero.
El año que viene trae consigo nuevos objetivos para Cristian Molina, uno de ellos ayudar a su equipo a entrar a los ocho primeros y por qué no, soñar con el ascenso a la primera división del fútbol colombiano.
«El fútbol es más que un deporte, una filosofía de vida, porque se juega como se vive», decía Cesar Menotti, y en la vida de este ocañero, con sus vivencias y sus luchas para llegar donde está, se cumple esta frase.
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