Por: Anyely Tatiana Hernández Quintero
Andando por las calles de la piñuela específicamente por una casa al frente de la cancha el restaurante como es llamada, de segundo piso azul con blanca y siendo aún más claros su primer piso en donde lo primero que encuentras es la puerta abierta que te deja ver en su sala varios cuadros en donde dos de ellos es una niña y niño, hijos de la señora que si caminas por el pasillo y llegas al final la encontraras con una gran sonrisa en su rostro dispuesta a atenderte, pues si esa señora de test blanca, ojos verdes, cabello rizado claro, mirada adorable, es la señora Fanny, hablo de ella porque sin ella y su estadía en su casa por un tiempo este relato no sería posible.
Aún recuerdo una de las primeras veces que me llamo estando en la habitación de su hijo para que fuera a traerle una bolsa de leche y cuatro huevos a la tienda, confieso que tenía tanta pereza de ir, que sin intermediar palabras busque las llaves y me monte en la moto de mi querido para ir a la esquina en donde había una tienda en la que podía comprar todo, en esa tienda que queda a unas diez casas de donde me encontraba y a donde la pereza no me dejo ir a pie, una tienda que desde lejos se nota que tiene un buen tiempo, pues hasta existe un letrero un poco deteriorado que siendo honesta, no sé si me falla el sentido de la vista o si simplemente no logro ver su nombre por el deterioro en el que se encuentra, pues bien en la entrada hay unas dos escaleras pequeñas a donde cada vez que llego hago un poco de ejercicio, estirando mis piernas, hay al lado un estante de helados que por cierto abrirlo es el mayor desafío, una maquinita que hasta el día de hoy he logrado sacarle como cuarenta mil pesos, claro dejándole como la mitad de eso, y siendo exactos siempre está ahí recostado al frente de la vitrina en una silla un señor de 49 años, de estatura 1,55 y al que mi querido siempre molestaba precisamente por su estatura menuda. Le pedí el encargo y observe que entre todas sus cosas había algo que cuidaba con mucha devoción, pero por la poca confianza que le tenía no se me ocurría preguntarle.
Paso un buen tiempo y los mandados fueron intensificándose a tal punto que ya compartíamos ganancias de cada juego que le echaba a la maquinita, allí fue donde cogí ese pequeño vicio. Entre tantas conversaciones jamás hubiera imaginado que lo que guardaba con tanta devoción era un álbum de fotos, ¡pero que álbum!, guardaba tantas experiencias que por la cabeza nunca se me hubiera pasado que ese tendero de gafas, cabello negro, amigable, buena gente, a veces callado, a veces sonriente, guardaba consigo tantas experiencias, es que Benjamín Carrascal Contreras es un sobreviviente de innumerables aventuras a lo que lo orillo la poca o diminuta oferta laboral que había en el momento que decide tomar la decisión de adentrarse en el mundo de los camuflados.
Le pedí que por favor me dejara ver algunas de sus fotos, a lo que con amabilidad respondió que con gusto, y mientras pasaba cada página revivía cada instante, cada sentimiento de dolor, alegría, desespero, angustia, conformismo, inconformismo, rabia y entre otros y muchos dolores que solo se pueden vivir en la selva.
Usted es una cajita de sorpresas Benjamín, le dije mientras me contaba que nunca lo buscaron o lo reclutaron para prestar servicio militar, si no que el mismo, es quien decide lanzarse al batallón a ver si servía para esta labor, siendo opción que lo dejaran o no, y vaya sorpresa que el tercero de una familia de cuatro varones y dos hembras fue admitido para pertenecer al Ejército Nacional, en ese momento, solo de recluta para la prestación del servicio y al finalizar esa pequeña travesía de dos años, decide regresarse al calor de su casa, una finca donde vivía con toda su familia, familia que no podía brindarle estudio alguno, pues los recursos económicos eran escasos para solventar esa necesidad. Nunca conoció la derrota, pues si pudo estar dos años batallando con el enemigo también pudo coger trabajos como carpintero, vendedor de libros, entre otros, que hacían cada vez más corta la aventura que se avecinaba, pues entre estos trabajos habría una llamada que le volvería a poner el traje de héroe, aquel que solo porta el valiente y luchador defensor de la patria, pues si, Benjamín había quedado entre las reservas y fue llamado para preguntarle si quería volver a la vida del peligro que tanto le gustaba, y es ahí donde decide seguir la carrera de soldado profesional.
Aquel 01 de marzo de 1993 y que es precisamente el día en el que escribo y describo sus acciones en pro de un país que día a día tiene a sus combatientes luchando una guerra sin fin, entra a la Brigada Móvil 2 en donde comienza otra montaña rusa, recorriendo departamentos como Santander, Sur de Bolívar, Casanare, Caquetá, Guaviare, Antioquia y entre estos el “pulmón del mundo”, el Amazonas.
De lo mejor que pudo haberle pasado fue entrar a la Fuerza de Despliegue Rápido (FUDRA) donde su misión era cuidar y velar de forma rápida cualquier lugar del territorio colombiano en donde se presentara una acción de la guerrilla o cualquier otro grupo ilegal, pero como lo comentaba anteriormente no solo fue emocionante por el hecho de entrar a ese grupo, si no que estando allí pudo ser candidato para un viaje que hasta el día de hoy jamás borrara de su memoria y de su álbum, en donde están contemplados aquellos recuerdos de una vida maravillosa que construyó en su corto paso por el Sinaí Egipto, se le nota, pues cuando habla de todo lo que vivió justo allá, se le aguan los ojos y no puede evitar poner la sonrisa tan grande como eso que alguna vez vimos en el wason, inclusive su expresión de que fue lo mejor que le pudo pasar en la vida, deja anonadada a su esposa quien en ese momento lo estaba escuchando y que con la ceja fruncida quiso decirle que lo arreglaban después, esas fotografías que parecían montaje para mí, pues no podía creer que ese tendero tan reconocido de la piñuela tuviera tanto bagaje cultural, pues si, ahí estaban las fotos por esos lugares que conoció como: Tierra Santa, Jerusalén, el mar muerto, el Cairo, las pirámides de Egipto, el Muro de los lamentos, Palestina, el Valle de Moisés y donde según sus fotos y relato, se bautizó en el Rio Jordán. Su mayor emoción era saber que en ese momento solo iba a combatir con los camellos pues su misión allá era ser Embajador de Paz.
El momento de goce era más corto que los momentos de tensión y peligro, sus vacaciones y descanso acabaron, tenía que volver a enfrentarse con su realidad, una que lo pondría justo en la vía Ocaña-Aguachica y a veces Ocaña-Cúcuta, en donde la misión de su equipo era ser ángeles protectores de cada uno de los viajeros que por allí debían pasar para llegar a su destino, es aquí donde se me viene a la cabeza aquel momento en donde uno a veces viaja y lo primero que ve es a aquellos soldados que sin importar el hambre, frio, peligro o angustia siempre están sonrientes, estirando el brazo y empuñando su mano, para con esa seña transmitirte la mayor seguridad de que todo estará bien, de que se puede viajar seguro, porque mientras nosotros estamos andando ellos están cuidando, cuidando del niño, la mama, la anciana, el adolescente, cuidando a aquel inocente que no tiene la culpa de la disputa que actualmente tienen los grupos ilegales por las rutas del narcotráfico, y para nadie es un secreto que el mayor riesgo que corren estas personas es un hospital o la muerte, pues precisamente allí en esa vía que tenía que cuidar a unos metros más abajo estaría un retén de la guerrilla que ellos tenían que ir a controlar, pues la vía era de los viajeros, no del que quisiera apoderarse de ella como es la costumbre de estos grupos, sin temor ninguno emprenden el camino en una camioneta y dos motocicletas de alto cilindraje donde sin cruzar palabra alguna llegando al lugar conocido como la Curva, los ilegales deciden detonar un artefacto explosivo que tenían preparado como trampa para sus enemigos directos, el Ejército Nacional, los detalles del momento son un poco confusos pues tras la explosión y el fuego de disparos, lo único que Benjamín recuerda es que la camioneta que el escoltaba queda al lado de un barranco, que sus oídos quedaron aturdidos y que al lado tenia a tres compañeros gravemente heridos.
Experiencia similar vivió faltándole seis meses para salir de su cargo, en Arauca, estaba manejando una camioneta blindada, cuando de repente varios disparos comenzaron a salir de agentes invisibles, a quien por suerte el destino, la vida y el mismo Dios estaban acompañándolo pues ese día nada paso a mayores, es que no importaba la experiencia que tuviera, pues cuando se es soldado la experiencia vale nada, siempre ha de estarse preparado para cualquier enfrentamiento o amarga experiencia, pues cuando estaba en Guaviare, llamaron a su grupo para que fuera a apoyar en un enfrentamiento que se estaba suscitando entre un grupo armado ilegal y el ejército, el lugar era retirado, tanto así que tuvieron que meterse a una laguna que les daba hasta el pecho, en donde habían serpientes y otros animales peligrosos, pero que no podrían compararse con la misma guerrilla, cuando cruzaron y caminaron unos diez minutos, por fin llegaron al sitio en donde encontraron un panorama desolador, lleno de rabia e impotencia, pero sobre todo tristeza y dolor por las familias que ya no volverían a ver con vida a sus seres queridos, pues esos vándalos sin pensarlo dos veces habían prendido fuego a dos soldados en donde según el manifiesta “ellos parecían muñequitos encogidos”, muñequitos que habían sido masacrados de la manera más atroz en la que se puede tratar a un humano, humanos que habían incinerado aun cuando su corazón latía tan fuerte por defender una patria doliente y aunque todo era desconsuelo, había una luz de esperanza, pues uno de los compañeros contra los que habían arremetido estaba desaparecido e intentaron buscarlo, pero la esperanza se apagaba poco a poco, pues quedo en el olvido de un conflicto armado que desaparece a sus víctimas sin dejar rastro alguno.
Su memoria nunca olvida uno de sus mayores sustos, de esos en donde se piensa que ahí termina un respiro, pues cuando iniciaba en la milicia por los lados del Sur de Bolívar él y su tropa salieron a caminar por las carreteras, siendo las 5:00 p.m. su tarea era ser guardianes de ella, él iba de tercero en la hilera, pues debían respetar una fila india, cuando estaban llegando a un punto, sintieron una detonación que los dejo atontados por un momento, además de dejar varios heridos, Benjamín reacciona, su sudor se intensifica, sus latidos son más fuertes, pues su corazón no deja de latir como el retumbe de una tambora, empieza a temblar, el escalofrió aparece, levanta su mano, toca su pecho, todo esto en cuestión de segundos en donde piensa que su vida llegaba al final, que todas las misiones acabarían y de esa manera, cuando toco su pecho algo le estorbaba, era una piedra que le había caído al momento de la explosión, no entendía la coraza tan fuerte que poseía para no quedar en medio de cada contienda.
Cuando se acercaba el tiempo de su salida de las fuerzas armadas, el riesgo empezaba a aumentarse, pensando él, que no lograría salir invicto de cada combate, pues estando a solo un mes de la recta final, debían cuidar las vías, como era costumbre, pero esta vez por turnos, y a él le correspondía el dos, cuando comenzaron sus dos compañeros con el primer turno, atraviesan en medio de la vía un bus con artefactos explosivos y que enseguida detonan dejando heridos de gravedad a sus dos compañeros y quitándole la vida a uno de ellos, acompañándolo a él de nuevo su suerte, su ángel guardián, indicándole que su destino era vivir para contar sus experiencias.
Siendo sábado a la 1:50 p.m. estando cerca el gran día, faltando en ese momento solo dos días, dos días para iniciar en el mundo de los civiles, recuerda la impotencia que corría por sus venas al escuchar infinidad de disparos y no poder hacer nada pues era un batallón que estaba cerca de ellos, pero a donde por órdenes no podían auxiliar, sus ojos se colocaron tan llorosos como un bebe cuando tiene hambre, el desespero de todo un grupo por escuchar como masacraban a sus colegas era incontenible, cuando ceso el fuego, se dispusieron a revisar el área para que la población civil no quedara de pronto dentro de un campo minado, además para ayudar a levantar los cuerpos de sus compañeros de profesión, aquellos inocentes que una vez más quedaban en medio de un conflicto absurdo, mientras recogía a uno de los masacrados recibe una llamada, donde le notificaban que desde ese momento dejaba de pertenecer al mundo de los camuflados, al mundo del riesgo, que iniciaba de ahora en adelante una aventura fuera de la selva, los sentimientos del momento eran confusos, tan confusos como la neblina, no sabía si alegrarse a entristecerse por la vida tan adaptada que llevaba. Solo recuerda que termino de hacer lo de su día e inmediatamente sus compañeros a los que tanto les tenia afecto lo despidieron con un festín como los valientes lo merecían, salió invicto, ganador, triunfante, sin ningún daño o lesión, como si en todo momento hubiera tenido una armadura contra el fuego, como si hubiera nacido para las misiones, como si su destino se hubiera encargado de cuidarlo tanto como para ponerlo hoy en día en la tienda, con quien comparte todos los días con su mujer, su hija y con su lora Pinky a la que tiene hace más de año y medio en su hombro, con la que no puedes quitarla de su camisa porque enfurecida vuelve a los brazos de su dueño.